El uso de sustancias químicas es una realidad cotidiana en la vida doméstica, la industria, la agricultura, la medicina y prácticamente en todos los sectores productivos. Sin embargo, estas sustancias pueden convertirse en agentes altamente peligrosos si no se manejan de forma adecuada. Ante ello surge una pregunta fundamental: ¿quién es responsable de garantizar que no provoquen daño? La respuesta no recae en un solo actor, sino en una responsabilidad compartida que involucra a los fabricantes, empleadores, trabajadores, autoridades y también a los consumidores.
Los fabricantes y proveedores tienen la obligación de garantizar que los productos estén debidamente identificados, etiquetados y acompañados de Hojas de Datos de Seguridad (FDS), siguiendo normativas como la NOM-018-STPS-2015 en México o el Sistema Globalmente Armonizado (SGA) a nivel internacional. Además, deben proporcionar información clara sobre sus riesgos y formas seguras de uso, transporte y almacenamiento.
En los centros de trabajo, la responsabilidad directa recae en los empleadores, quienes deben implementar sistemas de gestión de seguridad, capacitar a sus trabajadores, dotarlos de equipo de protección personal y garantizar condiciones adecuadas de almacenamiento y ventilación. A su vez, los trabajadores tienen el deber de cumplir con las medidas de seguridad, participar en las capacitaciones y usar correctamente el equipo de protección, pues la negligencia individual puede desencadenar accidentes graves.
El papel de las autoridades gubernamentales también es clave: deben establecer normas, supervisar su cumplimiento y sancionar en caso de irregularidades. En México, organismos como la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) y la Secretaría de Salud (SSA) tienen competencias específicas en la regulación y vigilancia de sustancias químicas, tanto en la protección de los trabajadores como en la seguridad ambiental y sanitaria.
Finalmente, los consumidores y la sociedad en general también tienen una cuota de responsabilidad, al usar adecuadamente los productos en el hogar, respetar las instrucciones del fabricante, evitar mezclas peligrosas y desechar residuos de manera responsable. El mal uso doméstico de sustancias como cloro, desinfectantes o insecticidas puede ser tan riesgoso como una fuga química en una empresa, aunque en distinta escala.
En conclusión, la seguridad en el manejo de sustancias químicas no es tarea de un solo sector, sino una responsabilidad compartida que requiere comunicación, prevención y cumplimiento estricto de normas. Solo mediante la colaboración entre fabricantes, empleadores, trabajadores, autoridades y consumidores se puede lograr que estas sustancias, indispensables para la vida moderna, no se conviertan en una amenaza para la salud, la seguridad y el medio ambiente.