El Índice de Calidad del Aire (AQI, por sus siglas en inglés) es una herramienta diseñada para evaluar y comunicar de forma clara el grado de contaminación atmosférica que existe en un área determinada. Su objetivo principal es informar a la población sobre el estado del aire que respira y los posibles efectos en la salud derivados de la exposición a contaminantes. Este índice convierte las concentraciones de contaminantes en valores numéricos fáciles de interpretar, acompañados por colores y categorías de riesgo que permiten una comprensión inmediata, tanto para autoridades ambientales como para la ciudadanía.
El cálculo del AQI se basa en la medición de los principales contaminantes atmosféricos que afectan la salud humana y el medio ambiente. Entre ellos destacan las partículas suspendidas PM₂.₅ y PM₁₀, que son diminutas fracciones de polvo, hollín o aerosoles capaces de penetrar en el sistema respiratorio; el ozono troposférico (O₃), un gas que se forma por la reacción de la luz solar con los contaminantes emitidos por vehículos e industrias; el monóxido de carbono (CO), que proviene principalmente de la combustión incompleta de combustibles fósiles; el dióxido de nitrógeno (NO₂), resultado de la quema de combustibles en motores y procesos industriales; y el dióxido de azufre (SO₂), asociado con la quema de carbón y petróleo. Cada uno de estos contaminantes se mide en microgramos por metro cúbico (µg/m³) y se traduce en un valor de AQI, siendo el contaminante con el nivel más alto el que determina el índice total.
El sistema de clasificación del AQI se divide en seis categorías que van desde “Buena” hasta “Peligrosa”. Cuando el valor se encuentra entre 0 y 50, el aire se considera limpio y sin riesgo para la salud; entre 51 y 100, se clasifica como “Moderada”, indicando que la calidad es aceptable pero puede afectar a personas sensibles. De 101 a 150, el aire ya representa un riesgo para grupos vulnerables como niños, adultos mayores o personas con enfermedades respiratorias. En el rango de 151 a 200, la calidad del aire se considera “Dañina”, pudiendo afectar a toda la población. Los valores de 201 a 300 son “Muy dañinos”, y aquellos superiores a 300 se catalogan como “Peligrosos”, implicando una emergencia sanitaria en la que la exposición al aire exterior debe evitarse por completo.
Los efectos en la salud varían según el tipo y la concentración del contaminante, así como la duración de la exposición. Las partículas finas (PM₂.₅), por ejemplo, pueden penetrar profundamente en los pulmones e incluso ingresar al torrente sanguíneo, provocando inflamación, enfermedades cardiovasculares y problemas respiratorios crónicos. El ozono, por su parte, irrita las vías respiratorias, reduce la función pulmonar y agrava el asma. La exposición prolongada al dióxido de nitrógeno o al dióxido de azufre puede causar daño en el tejido pulmonar, mientras que el monóxido de carbono interfiere con la capacidad de la sangre para transportar oxígeno. En conjunto, estos contaminantes representan un riesgo serio, especialmente en zonas urbanas densamente pobladas y con alto tráfico vehicular.
En México, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), junto con los gobiernos estatales y municipales, es la encargada de medir y comunicar la calidad del aire en tiempo real. Esto se realiza conforme a la Norma Oficial Mexicana NOM-172-SEMARNAT-2019, que establece los lineamientos para la evaluación y difusión de la calidad del aire y la determinación del índice de riesgo ambiental. Dicha norma define los métodos de cálculo, los contaminantes a considerar y las acciones que deben implementarse en caso de que los valores del AQI superen los niveles de seguridad, incluyendo la emisión de alertas ambientales y la recomendación de limitar actividades al aire libre.
El uso del AQI no se limita únicamente a la vigilancia ambiental; también constituye una herramienta esencial en la planeación de políticas públicas, la educación ambiental y la prevención sanitaria. Permite a las autoridades implementar estrategias para reducir emisiones contaminantes, mejorar la movilidad urbana y fortalecer los programas de salud pública. Para la población, conocer los valores del AQI facilita la toma de decisiones diarias, como reducir la exposición en horarios de alta contaminación, proteger a personas vulnerables o fomentar el uso de transporte sostenible.
En conclusión, el Índice de Calidad del Aire (AQI) es un instrumento indispensable para salvaguardar la salud pública y promover la conciencia ambiental. Su correcta interpretación ayuda a prevenir enfermedades respiratorias y cardiovasculares, fomenta conductas responsables y contribuye a la creación de entornos más saludables. En un contexto donde las fuentes de contaminación siguen aumentando, el monitoreo y la comunicación efectiva de la calidad del aire se convierten en pilares fundamentales para la gestión ambiental y el bienestar de las generaciones presentes y futuras.