Las atmósferas explosivas son mezclas de aire con sustancias inflamables —gases, vapores, nieblas o polvos combustibles— que, al encontrarse dentro de su rango de inflamabilidad y ante una fuente de ignición, pueden detonar y propagarse rápidamente. Su peligrosidad no se limita a la petroquímica o la minería; también aparece en alimentos (harina, azúcar), maderas, textiles, reciclaje de metales o pintura, donde el polvo fino en suspensión o los vapores de solventes pueden alcanzar el Límite Inferior de Inflamabilidad (LEL). Factores como temperatura, presión, ventilación, granulometría y humedad modifican ese rango y vuelven traicioneras condiciones que, a simple vista, parecen normales. Por ello, subestimar el polvo combustible o la electricidad estática abre la puerta a deflagraciones primarias y a devastadoras explosiones secundarias por resuspensión de polvo.
La gestión eficaz parte de identificar escenarios y clasificar áreas (zonas 0, 1, 2 para gases; 20, 21, 22 para polvos), para después diseñar barreras en capas: sustituir o confinar combustibles, ventilar para mantener concentraciones muy por debajo de los umbrales de acción, inertizar atmósferas críticas, y eliminar o controlar fuentes de ignición (superficies calientes, chispas mecánicas o eléctricas, estática). La selección de equipos eléctricos con protección “Ex” (a prueba de explosión, seguridad intrínseca, encapsulado) y la conexión equipotencial y puesta a tierra reducen la probabilidad de chispa. A nivel operativo, los permisos de trabajo en caliente, el bloqueo y candadeo, la limpieza sistemática para evitar acumulaciones de polvo, el monitoreo continuo con detectores de gases y polvo, y la capacitación con prácticas y simulacros convierten la prevención en disciplina cotidiana. En conjunto, estas medidas no solo alinean el cumplimiento normativo, sino que, sobre todo, salvan vidas y resguardan la continuidad del proceso.
Las atmósferas explosivas se evalúan, en la mayoría de los marcos regulatorios, con base en el porcentaje del Límite Inferior de Inflamabilidad (LII/LEL) medido por detectores calibrados. El cuadro comparativo resume umbrales numéricos de acción que distintas normas utilizan para permitir o prohibir la entrada y el trabajo en un área, o bien para definir formalmente cuándo existe una atmósfera explosiva. Por eso verás que algunos regímenes (como NOM-033 u OSHA) toman ≥10% del LEL como condición peligrosa para entrada, mientras que otros, como NOM-005, reservan ≥20% del LEL hasta el LSE/UEL para la definición de “atmósfera explosiva”, y ciertos códigos operativos (p. ej., Australia/NZ) recomiendan límites más conservadores para permitir trabajo seguro (<5–10% LEL según el tipo de tarea).