Las radiaciones ópticas comprenden una parte del espectro electromagnético que abarca desde la radiación ultravioleta (UV), la luz visible y la radiación infrarroja (IR). Estas radiaciones son esenciales para múltiples actividades industriales, médicas y científicas, pero su exposición sin control puede tener efectos nocivos en la salud humana. En el entorno laboral, el conocimiento y manejo adecuado de las radiaciones ópticas es crucial para la prevención de lesiones oculares y dérmicas, especialmente en ocupaciones donde se utilizan fuentes artificiales de luz intensa, como soldadura, corte láser, hornos industriales o iluminación especializada.
Desde el punto de vista físico, las radiaciones ópticas son ondas electromagnéticas no ionizantes, es decir, no poseen suficiente energía para ionizar los átomos o moléculas del cuerpo humano, pero sí pueden causar daños por mecanismos térmicos o fotoquímicos. Se dividen en tres regiones principales: ultravioleta (100–400 nm), visible (400–700 nm) e infrarroja (700–1,000,000 nm). Cada una de estas bandas tiene características específicas de interacción con los tejidos biológicos. La radiación ultravioleta, por ejemplo, es responsable de reacciones fotoquímicas que pueden dañar el ADN, mientras que la infrarroja puede generar efectos térmicos profundos en la piel y en los ojos.
En el ámbito laboral, las fuentes más comunes de radiación óptica artificial incluyen lámparas de mercurio, equipos de fotocurado, sistemas láser, hornos de alta temperatura, lámparas de xenón, arcos eléctricos y, especialmente, los procesos de soldadura. En la soldadura eléctrica, los trabajadores están expuestos simultáneamente a radiación ultravioleta, visible e infrarroja. La radiación ultravioleta, en particular, es responsable de la queratitis fotoeléctrica (conocida como “ceguera del soldador”), una inflamación dolorosa de la córnea que se manifiesta pocas horas después de la exposición. A largo plazo, la exposición repetida puede contribuir al desarrollo de cataratas o degeneración macular.
En cuanto a los efectos en la piel, la exposición prolongada a radiaciones ópticas intensas puede provocar eritemas, envejecimiento prematuro y, en el caso de la radiación ultravioleta, aumentar el riesgo de cáncer cutáneo. Los trabajadores que desempeñan actividades al aire libre, como agricultores, soldadores, técnicos en telecomunicaciones o personal de mantenimiento, se encuentran particularmente expuestos a la radiación solar, que es la principal fuente natural de radiación óptica. Por ello, el uso de ropa de protección, gafas con filtro UV e hidratación adecuada de la piel son medidas esenciales de prevención.
Desde el punto de vista normativo, México cuenta con la NOM-013-STPS-1993, Relativa a las condiciones de seguridad e higiene en los centros de trabajo donde se genere radiación no ionizante, la cual establece los límites máximos permisibles de exposición a radiaciones ópticas y los requisitos que deben cumplir los centros de trabajo. Esta norma exige identificar las fuentes de radiación, evaluar los niveles de exposición y aplicar controles de ingeniería, administrativos y de protección personal. Asimismo, la norma indica la necesidad de señalizar las áreas donde se emiten radiaciones ópticas peligrosas y capacitar a los trabajadores sobre los riesgos y medidas preventivas.
La gestión preventiva debe basarse en la jerarquía de control: en primer lugar, la eliminación o sustitución de fuentes peligrosas; en segundo, el aislamiento físico o blindaje de las fuentes; y en tercer lugar, la utilización de equipos de protección personal (EPP). Entre los EPP más efectivos destacan las caretas o gafas con filtros específicos para radiación ultravioleta, visible o infrarroja según el tipo de actividad. En los procesos de soldadura, los filtros deben cumplir con las sombras recomendadas por la NOM-017-STPS-2024 o las equivalentes en normas internacionales como la ANSI Z87.1.
Además de las medidas técnicas, la capacitación y concientización del personal son fundamentales. Los trabajadores deben comprender que los efectos de la radiación óptica no siempre son inmediatos y que una exposición breve pero repetitiva puede causar lesiones acumulativas. Los programas de seguridad deben incluir la revisión periódica de equipos emisores de radiación, el mantenimiento de pantallas de protección, la verificación del nivel de sombra en lentes y la actualización de procedimientos conforme a las normas aplicables.
En conclusión, las radiaciones ópticas son una parte esencial del entorno físico que rodea al ser humano, pero su mal manejo en el ámbito laboral puede tener consecuencias graves para la salud visual y dérmica. La prevención, sustentada en la evaluación de riesgos, el cumplimiento normativo y la capacitación continua, constituye la herramienta más eficaz para reducir la exposición y proteger la integridad de los trabajadores. La seguridad frente a las radiaciones ópticas no se limita al uso de equipos de protección, sino que requiere una cultura de responsabilidad compartida entre empleadores y trabajadores, alineada con la legislación mexicana y los estándares internacionales de seguridad ocupacional.