Los exoesqueletos son tecnologías emergentes diseñadas para asistir, proteger y optimizar el rendimiento físico de los trabajadores en entornos industriales, logísticos y de salud. Sin embargo, su interacción con el cuerpo humano no siempre es uniforme y puede traer consigo tanto beneficios como limitaciones. La gráfica muestra tres aspectos clave: las regiones que reciben soporte, la nueva distribución de la carga física y las regiones de malestar que pueden generarse con su uso prolongado o inadecuado. Analizar estos puntos es fundamental para lograr una correcta integración de los exoesqueletos en los programas de ergonomía y seguridad ocupacional.
Los exoesqueletos suelen ofrecer asistencia principalmente en zonas críticas del cuerpo como los hombros, el pecho, los muslos y las pantorrillas. Estas áreas son las más involucradas en tareas que implican levantamiento, transporte de cargas y posturas sostenidas. Al transferir parte del peso hacia estas regiones, se reduce la tensión directa sobre la columna vertebral y las articulaciones principales, especialmente en la zona lumbar.
Este soporte permite al trabajador mantener actividades repetitivas con menor fatiga, como el ensamblaje por encima de la cabeza en la industria automotriz o la manipulación de mercancías en centros logísticos. Sin embargo, el diseño del exoesqueleto debe adaptarse al tipo de trabajo, ya que un soporte inadecuado puede anular sus beneficios.
Un aspecto crítico en la utilización de exoesqueletos es que, al aliviar ciertas zonas, generan una redistribución de la carga física hacia otros músculos y articulaciones. En la ilustración se observa cómo la asistencia se concentra en la parte superior e inferior del cuerpo, trasladando parte del esfuerzo a áreas como los trapecios, brazos, muslos y piernas.
Si bien este cambio puede prevenir lesiones lumbares, también puede provocar sobrecargas en regiones que no estaban originalmente expuestas a la misma intensidad. Por ejemplo, los músculos de los muslos y las pantorrillas pueden trabajar más intensamente para compensar, lo que en el largo plazo podría desencadenar molestias o fatiga localizada.
El uso prolongado de exoesqueletos puede ocasionar puntos de presión, fricción e incomodidad, especialmente en zonas como los hombros y la parte baja de la espalda. Estas áreas, señaladas como regiones de malestar, suelen resentirse debido al contacto directo con correas, anclajes y soportes rígidos del dispositivo. En climas cálidos, la sudoración aumenta el roce, lo que incrementa la probabilidad de irritación cutánea o dolor por compresión.
Este malestar, aunque inicialmente leve, puede convertirse en un problema ergonómico si no se ajusta correctamente el dispositivo o si se utiliza durante largas jornadas sin pausas. En algunos casos, los trabajadores pueden desarrollar resistencia o rechazo al uso del exoesqueleto, lo que limita su aceptación en el entorno laboral.
Comprender la interacción entre las regiones de soporte, la redistribución de carga y las áreas de malestar es esencial para garantizar que los exoesqueletos cumplan su función preventiva sin generar nuevos riesgos. Un diseño ergonómico adecuado debe equilibrar la carga de manera uniforme, minimizar los puntos de presión y adaptarse a las características antropométricas de cada usuario. Además, se recomienda acompañar su implementación con programas de capacitación, pausas activas y evaluaciones médicas periódicas que permitan identificar posibles afectaciones antes de que se conviertan en lesiones.
Los exoesqueletos representan un gran avance en la ergonomía laboral, pero no son una solución universal. Su efectividad depende del equilibrio entre el soporte ofrecido, la redistribución de la carga física y la gestión de las zonas de malestar. Integrar estas consideraciones en la selección y uso de exoesqueletos es clave para lograr que estos dispositivos sean aliados en la prevención de lesiones musculoesqueléticas y no una fuente adicional de incomodidad o riesgo para los trabajadores.