La vista es uno de los sentidos más expuestos en el entorno laboral, y a la vez, uno de los más vulnerables. Cada día, miles de trabajadores en la industria, la construcción, el sector energético, laboratorios y talleres se enfrentan a riesgos que pueden ocasionar lesiones oculares graves e incluso la pérdida parcial o total de la visión. Los lentes de seguridad son un elemento esencial de protección personal que, cuando se seleccionan y utilizan adecuadamente, evitan que un accidente se convierta en una tragedia irreversible.
Los ojos están en constante riesgo de lesiones por diversos agentes en el trabajo, entre ellos:
Mecánicos: partículas proyectadas de metal, madera, vidrio, polvo o virutas.
Físicos: radiación ultravioleta, infrarroja, láser o luz intensa.
Químicos: salpicaduras de líquidos corrosivos, ácidos, solventes o vapores irritantes.
Biológicos: fluidos corporales o agentes infecciosos en laboratorios y hospitales.
Un golpe, una chispa o una gota de químico puede ocasionar desde irritación temporal hasta ceguera permanente. El uso de lentes de seguridad no solo es una obligación normativa, sino una responsabilidad ética hacia la integridad de los trabajadores.
En México, la NOM-017-STPS-2024, Equipo de protección personal - Selección, uso y manejo en los centros de trabajo, establece que los patrones deben identificar los riesgos y dotar a los trabajadores del equipo de protección ocular adecuado.
A nivel internacional, estándares como la ANSI Z87.1 (Estados Unidos) y la EN 166 (Europa) definen los criterios de clasificación, pruebas de resistencia y etiquetado de los lentes de seguridad. Estas normas aseguran que los equipos cumplen con niveles específicos de protección frente a distintos riesgos.
Una de las clasificaciones más utilizadas distingue a los lentes por su capacidad de resistencia frente a impactos de diferentes características:
Clase 1A y 1B
Diseñados para resistir impactos de alta velocidad y baja masa.
Ejemplo: virutas de metal que salen despedidas al esmerilar o cortar.
Clase 2A, 2B y 2C
Enfocados en proteger frente a impactos de alta masa y baja velocidad.
2A: resistencia básica contra fragmentos grandes.
2B: protección intermedia contra impactos medianos.
2C: máxima resistencia contra objetos de gran tamaño o contundencia.
Esta clasificación permite a las empresas elegir el lente correcto de acuerdo con la naturaleza del riesgo en su proceso productivo.
Los lentes de seguridad se presentan en diferentes formas, cada una adecuada a un entorno específico:
Lentes de armazón completo: similares a gafas convencionales, brindan protección frontal y lateral básica.
Lentes envolventes: cubren mejor el área periférica, ideales para trabajos con partículas volátiles.
Goggles o gafas herméticas: sellan alrededor de los ojos, protegen contra químicos y polvo fino.
Lentes especiales con filtros: diseñados para soldadura, corte con láser o exposición a radiación ultravioleta o infrarroja.
El material es determinante para la eficacia del lente:
Policarbonato: muy usado por su resistencia a impactos, ligereza y filtración de rayos UV.
Vidrio templado: mayor resistencia a rayaduras, pero menos a impactos y más pesado.
Acetato: buena opción frente a salpicaduras químicas y solventes.
Un lente de seguridad dañado puede ser tan riesgoso como no usar nada. Algunas recomendaciones básicas incluyen:
Revisar antes de usarlos que no tengan rayaduras o grietas.
Limpiarlos con soluciones suaves para evitar deformaciones.
Guardarlos en estuches para prevenir daños cuando no se usen.
Sustituirlos de inmediato si han sufrido un impacto fuerte, aunque no se vea daño visible.
La elección de los lentes de seguridad adecuados es solo una parte del proceso. Lo más importante es crear conciencia en los trabajadores sobre su uso correcto y permanente. Muchos accidentes ocurren porque los lentes se quitan “un momento”, y ese instante es suficiente para que ocurra un daño irreversible.
Una política de seguridad exitosa no solo entrega equipo, también capacita, supervisa y fomenta la cultura de autocuidado.
Los lentes de seguridad son un ejemplo claro de cómo una medida sencilla puede salvar vidas y preservar la salud. Su correcta selección, uso y mantenimiento forman parte de la estrategia integral de seguridad en el trabajo. Recordemos que la protección ocular no es opcional: es una inversión en bienestar, productividad y en la confianza de que cada trabajador podrá regresar a casa con la misma visión con la que llegó a laborar.