Aunque los exoesqueletos han sido concebidos como aliados en la prevención de lesiones y en la mejora de la productividad laboral, su uso no está exento de riesgos. La imagen muestra seis puntos críticos que deben considerarse en la implementación de estas tecnologías dentro de la ergonomía y la seguridad ocupacional. Analizar estos factores resulta clave para asegurar que el beneficio no se vea opacado por consecuencias indeseadas.
El roce o presión constante de los exoesqueletos contra ciertas zonas del cuerpo puede generar incomodidad, irritaciones cutáneas e incluso lesiones dermatológicas en casos prolongados. Esto es especialmente relevante cuando los dispositivos se utilizan por varias horas seguidas o en climas cálidos, donde la sudoración aumenta el riesgo de fricción y rozaduras. Una mala adaptación o la falta de materiales transpirables puede traducirse en un nuevo factor de riesgo para el trabajador.
El uso de exoesqueletos no siempre es intuitivo. Algunas tareas requieren mayor concentración para coordinar el movimiento con el dispositivo, lo que puede aumentar la carga mental y generar estrés. Esta tensión cognitiva adicional puede derivar en fatiga psicológica, distracciones e incluso errores operativos. El diseño ergonómico debe, por lo tanto, considerar no solo la carga física sino también el impacto en la carga mental del trabajador.
Por su tamaño y estructura, los exoesqueletos pueden ocupar más espacio del que usualmente necesita un trabajador. Esto implica un riesgo de colisión con personas, máquinas, estanterías u otros elementos del entorno. En espacios de trabajo reducidos o con tránsito constante, este factor puede incrementar los accidentes laborales y generar situaciones de riesgo tanto para el usuario como para terceros.
El soporte artificial que brindan los exoesqueletos puede alterar la percepción del esfuerzo, lo que en ocasiones dificulta la coordinación natural del cuerpo. Esto se traduce en riesgo de pérdida de equilibrio o movimientos inesperados, especialmente en suelos irregulares o en maniobras rápidas. Una pérdida momentánea de estabilidad en un entorno industrial puede tener consecuencias graves, como caídas o choques con maquinaria en funcionamiento.
El uso de exoesqueletos redistribuye el esfuerzo corporal, pero no siempre de forma equilibrada. En algunos casos, al reducir la tensión en una parte del cuerpo, se incrementa en otras, generando nuevas restricciones biomecánicas. Esto puede derivar en trastornos musculoesqueléticos distintos a los que se buscaba prevenir, afectando especialmente a la columna vertebral y articulaciones no contempladas en el diseño original del dispositivo.
El peso añadido del exoesqueleto y la incomodidad en ciertos movimientos pueden incrementar la carga cardiovascular del trabajador. Aunque parezca un efecto secundario menor, en labores físicas prolongadas esto puede suponer un aumento del riesgo de fatiga general, deshidratación e incluso eventos cardiovasculares en personas con predisposición. Este punto subraya la necesidad de evaluar cuidadosamente la salud de los trabajadores antes de asignarles el uso de estas tecnologías.
Los exoesqueletos ofrecen grandes ventajas en la ergonomía laboral, pero también introducen nuevos riesgos que deben gestionarse mediante evaluaciones previas, capacitación adecuada y una correcta selección del modelo según la tarea. No se trata únicamente de incorporar tecnología, sino de integrarla de manera segura y responsable en el entorno de trabajo. Considerar estos seis puntos críticos es indispensable para garantizar que los exoesqueletos sean un apoyo real y no una fuente de nuevos problemas de salud ocupacional.