La brucelosis, también conocida como fiebre de Malta o fiebre ondulante, es una enfermedad infecciosa causada por bacterias del género Brucella. Esta enfermedad tiene gran relevancia tanto en la salud humana como animal debido a su naturaleza zoonótica, es decir, que se transmite de animales a humanos. La brucelosis está clasificada como una de las enfermedades zoonóticas más comunes a nivel mundial, afectando principalmente a trabajadores rurales, veterinarios y personas que consumen productos lácteos no pasteurizados.
El género Brucella está compuesto por bacterias gramnegativas, pequeñas, aerobias, no móviles y sin cápsula. Las especies más importantes que causan enfermedad en humanos son:
Brucella melitensis: Asociada principalmente a cabras y ovejas, y responsable de la mayoría de los casos en humanos.
Brucella abortus: Relacionada con bovinos, especialmente en ganaderías.
Brucella suis: Infecta principalmente a cerdos, aunque también puede transmitirse a humanos.
Brucella canis: Más común en perros, pero ocasionalmente infecta a humanos.
Estas bacterias tienen la capacidad de invadir tejidos ricos en eritritol, como el sistema reproductivo de los animales, lo que explica su fuerte asociación con abortos espontáneos en animales infectados.
La brucelosis está ampliamente distribuida en el mundo, aunque es más común en regiones donde la ganadería es una actividad predominante. Las áreas endémicas incluyen:
Países mediterráneos, Medio Oriente, América Latina, Asia Central y África.
En América Latina, la enfermedad es endémica en países como México, Argentina y Brasil.
Las personas más afectadas suelen ser trabajadores que están en contacto directo con animales infectados o con productos derivados de ellos, como carne, leche y quesos no pasteurizados.
La transmisión de la brucelosis a humanos ocurre principalmente por las siguientes vías:
Contacto directo con animales infectados:
Durante actividades como ordeña, matanza o manejo de animales.
A través de abrasiones o cortes en la piel que permiten la entrada de la bacteria.
Consumo de productos animales contaminados:
Leche, quesos, mantequilla o crema no pasteurizados provenientes de animales infectados son una fuente importante de infección.
Inhalación de aerosoles:
En entornos laborales como laboratorios, mataderos o establos donde la bacteria puede estar presente en el aire.
Transmisión vertical:
Aunque poco común, puede ocurrir de madre a hijo a través de la placenta o la lactancia.
Accidentes en laboratorios:
La manipulación de muestras contaminadas es un riesgo importante en personal de laboratorio.
La brucelosis no se transmite de persona a persona, aunque se han reportado raros casos de transmisión sexual y a través de transfusiones sanguíneas.
El período de incubación de la brucelosis varía entre 1 y 4 semanas, aunque en algunos casos puede extenderse hasta varios meses. La enfermedad tiene un curso clínico variable, pudiendo manifestarse de forma aguda, subaguda o crónica.
Síntomas Principales
Fiebre ondulante:
La fiebre puede ser intermitente, subiendo y bajando de forma característica, especialmente en las tardes y noches.
Fatiga y malestar general:
Sensación de cansancio extremo, debilidad y falta de apetito.
Dolores musculares y articulares:
Las grandes articulaciones y la columna vertebral suelen ser las más afectadas.
Sudoración nocturna:
Sudoraciones profusas y de olor peculiar.
Síntomas gastrointestinales:
Náuseas, vómitos y diarrea pueden estar presentes en algunos casos.
Complicaciones
Si no se trata adecuadamente, la brucelosis puede evolucionar hacia formas crónicas y causar:
Artritis séptica: Inflamación crónica de las articulaciones.
Espondilitis: Afectación de la columna vertebral, particularmente de las vértebras lumbares.
Endocarditis: Inflamación del revestimiento interno del corazón, siendo una de las complicaciones más graves.
Orquitis: Inflamación de los testículos en hombres.
El diagnóstico de la brucelosis requiere una combinación de evaluación clínica, antecedentes de exposición y pruebas de laboratorio. Los métodos principales incluyen:
Pruebas serológicas:
La prueba de Rosa de Bengala es una técnica de detección rápida y económica.
La prueba de aglutinación estándar (SAT) y ELISA se utilizan para confirmar la infección y determinar la fase de la enfermedad.
Cultivo bacteriológico:
Aislar la bacteria Brucella a partir de muestras de sangre, médula ósea u otros tejidos es el método diagnóstico definitivo.
Pruebas moleculares:
Técnicas como la PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa) permiten detectar el ADN de Brucella con alta sensibilidad.
Imágenes diagnósticas:
En casos con complicaciones, como artritis o espondilitis, se utilizan radiografías o resonancias magnéticas.
El tratamiento de la brucelosis requiere el uso de antibióticos para eliminar la bacteria y prevenir recaídas. El régimen más recomendado incluye:
Doxiciclina (100 mg cada 12 horas) durante 6 semanas combinada con:
Rifampicina (600-900 mg diarios) o
Estreptomicina (1 g diario durante 2-3 semanas).
La combinación de antibióticos es crucial para evitar la persistencia de la infección. En casos con complicaciones, como endocarditis o meningitis, se pueden requerir tratamientos más prolongados y hospitalización.
La prevención de la brucelosis se enfoca en romper las cadenas de transmisión entre animales y humanos. Las medidas incluyen:
Control en animales:
Vacunación de animales domésticos, especialmente cabras, ovejas y bovinos.
Detección y sacrificio de animales infectados para evitar la propagación.
Consumo seguro de alimentos:
Evitar el consumo de leche y productos lácteos no pasteurizados.
Cocción adecuada de la carne antes de su consumo.
Medidas de seguridad laboral:
Uso de equipo de protección personal (EPP) en trabajadores agrícolas, veterinarios y empleados de mataderos.
Ventilación adecuada en laboratorios y mataderos.
Educación sanitaria:
Concienciar a la población en riesgo sobre las vías de transmisión y la importancia de la higiene personal y alimentaria.
La brucelosis es una enfermedad zoonótica con un impacto significativo en la salud pública y la economía de muchas regiones del mundo. Aunque su diagnóstico puede ser complejo debido a la inespecificidad de los síntomas, un enfoque combinado de pruebas serológicas y moleculares permite una identificación precisa. Con el tratamiento adecuado y medidas de prevención efectivas, es posible controlar esta enfermedad y reducir su impacto en las comunidades afectadas.